Una expedición de científicos recorrió 26 mil kilómetros desde Europa al Atlántico Sur tomando medidas de referencia para la calibración de Sentinel-3 del Programa Copernicus
Dos recientes expediciones a lo largo de 26.000 km por el océano Atlántico han permitido recuperar información clave para garantizar la precisión de los datos que los satélites Sentinel de Copernicus ofrecen sobre nuestros mares.
La información procedente de los Sentinel se utiliza de miles de formas para mejorar la eficiencia y hacer que nuestras vidas sean más fáciles. Por ejemplo, la predicción oceánica es importante para la seguridad marítima y las operaciones en alta mar, y la productividad biológica sirve de ayuda en sectores como la industria pesquera.
Así, monitorizar la calidad de los datos a lo largo de la vida útil de un satélite es fundamental, y eso implica viajar para efectuar mediciones in situ que puedan compararse con las realizadas desde el espacio.
En 2016 y 2017, un equipo de científicos hizo precisamente eso y se lanzó a la mar para viajar durante meses, desde el Reino Unido hasta el Atlántico Sur, para efectuar mediciones de referencia de la clorofila, la temperatura del mar y otros parámetros.
“Estas mediciones, que son perfectamente trazables e independientes, y que se recogen según estrictos protocolos, son muy fiables”, explica el oceanógrafo de la ESA Craig Donlon.
“Son fundamentales para garantizar que los datos satelitales puedan utilizarse con confianza en aplicaciones prácticas e investigación científica”.
Gavin Tilstone, del Laboratorio Marino de Plymouth, añade: “Cada expedición duró unas siete semanas”.
“En cada una de ellas, de camino a las islas Malvinas y Georgias del Sur, tomamos alrededor de un millón de medidas, incluyendo lecturas del color del mar, la temperatura superficial y el movimiento de las olas”.
“Viajamos por distintos regímenes oceánicos para que las mediciones fueran lo más variadas posible, abarcando desde regiones costeras productivas hasta giros casi desérticos en el centro del océanos a los que rara vez llegan los buques oceanográficos”.
Y, sobre todo, siempre que fue posible las medidas se tomaron al mismo tiempo que los satélites Sentinel pasaban por encima.
“También era importante comparar las mediciones realizadas con distintos instrumentos embarcados para asegurarnos de que ofrecían la máxima calidad y estaban rigurosamente calibrados antes de utilizarlos para comprobar los datos de los satélites”, apunta el doctor Tilstone.
Algunos de los resultados iniciales sugieren que las mediciones de clorofila realizadas por el instrumento para el Color de la Tierra y los Océanos de Sentinel-3A pueden perfeccionarse, algo que ahora se está llevando a cabo en la cadena de procesamiento de datos.
Como comenta Craig Donlon: “Precisamente por eso son tan importantes estas campañas: aumentan la fiabilidad de nuestras misiones y productos de datos, y muestran los problemas que nuestros equipos de expertos pueden solucionar fácilmente. Estas campañas periódicas son una parte fundamental de nuestras misiones satelitales, ya que demuestran a nuestros usuarios la calidad de las misiones”.
Los satélites Sentinel-1, Sentinel-2 y Sentinel-3 de Copernicus proporcionan distintos tipos de datos sobre los océanos.
Por ejemplo, Sentinel-1 puede utilizarse para observar las olas y los vertidos de crudo; Sentinel-2 y Sentinel-3 ofrecen información sobre el fitoplancton, que constituye la base de la cadena alimentaria marítima y resulta clave para el equilibrio del dióxido de carbono en la atmósfera.
Por su parte, Sentinel-3 también cartografía la temperatura de la superficie marina, algo necesario para las predicciones. Además, la información sobre el fitoplancton y las temperaturas es importante para comprender cómo están cambiando nuestros océanos.