Los satélites europeos Galileo quinto y sexto de la Agencia Espacial Europea (ESA) se pusieron en órbita juntos en un lanzador Soyuz el 22 de agosto de 2014, pero por culpa de un fallo en la etapa superior quedaron atrapados en órbitas elípticas que impedían su uso para navegación.
La casualidad ha hecho que este imprevisto hay aportado un beneficio inesperado a la misión. Según explica Javier Ventura-Traveset, Asesor científico de la ESA en Navegación por satélite, “los satélites se han convertido, de forma accidental, en instrumentos con un elevado interés científico, ya que permiten probar la teoría general de la relatividad de Einstein, al medir la manera en que la gravedad afecta al paso del tiempo, de una forma más exhaustiva que nunca hasta la fecha”.
Aunque las órbitas de los satélites hayan sido ajustadas, mantienen su forma elíptica y cada satélite asciende y desciende unos 8.500 km dos veces al día. Estos desplazamientos regulares de altura y, por ende, de niveles de gravedad son los que van a evaluar los investigadores con relación a sus relojes, explica la ESA en un comunicado.
Hace un siglo, Albert Einstein predijo que cerca de un cuerpo masivo el tiempo se ralentiza. Esto se verificó empíricamente de forma más significativa en 1976, cuando un reloj atómico de máser de hidrógeno en Gravity Probe A fue lanzado a 10.000 km en el espacio, confirmando la predicción hasta un nivel de precisión de 140 partes por millón.