Astrónomo de la Universidad Nacional de La Plata, con un postgrado en Astrogeofísica y Astrofísica en la Universidad de Colorado (EEUU) Marcos Machado fue Director Científico de la CONAE y Director del satélite SAC-B de la agencia espacial de Argentina.
Fuente: CONAE
La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) expresa sus condolencias por el fallecimiento del doctor Marcos Machado, el jueves 20 de septiembre de 2018, luego de luchar incansablemente con su enfermedad. Su partida significa una gran pérdida para la comunidad científica nacional e internacional, y será recordado entre los pioneros de la actividad espacial argentina.
Nacido en Buenos Aires el 19 de agosto de 1949, se recibió como Astrónomo en la Universidad de La Plata, y continuó su formación con un postgrado en Astrogeofísica y Astrofísica en la Universidad de Colorado en Boulder, EEUU. Entre sus últimos cargos más destacados se encuentran el haber sido Director del Proyecto Satélite de Aplicaciones Científicas B (SAC-B), primer proyecto satelital científico de la República Argentina, y Director Científico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, cargo en cual se mantuvo activo hasta su partida. Autor de más de 150 trabajos de investigación en el área de la física solar e investigación espacial, editor de monografías y miembro del Comité Editorial de la revista Solar Physics. Contribuyó también a la Enciclopedia de Astronomía y Astrofísica y ha presidido diversas comisiones científicas en foros internacionales como el Comité Internacional de Investigación Espacial (COSPAR) y la Unión Astronómica Internacional (IAU).
A pocos días de cumplirse un nuevo aniversario del lanzamiento del primer satélite artificial de la historia, y a modo de homenaje a «Marquitos» (como lo llamamos en la comunidad de la CONAE), reproducimos impresiones que plasmó con su habitual sentido del humor, sobre este evento decisivo en su vida, en un texto publicado en octubre de 2007, en Moscú, al conmemorarse el cincuenta aniversario del lanzamiento del Sputnik I, sobre «El comienzo de la Era Espacial»:
“Lo primero que pensé, cuando me invitaron a escribir sobre mis recuerdos del lanzamiento del SPUTNIK I, fue que probablemente no tuviera mucho que decir, porque para esos tiempos yo acababa de cumplir ocho años y lo que más me interesaba era jugar y leer historietas y novelas. Sin embargo, resultó que me podía acordar más de lo que esperaba. Y lo que es más, por primera vez me había dado cuenta que el 4 de octubre de 1957 y los días que le siguieron habían tenido un profundo impacto en mi vida. Recuerdo como si fuera hoy, que estaba en el auto con mis padres y le hacía a mi padre, un matemático, tantas preguntas, que creo que eran demasiadas. Pero hubo una exactamente cuya respuesta me turbó. Le pregunté cuando la Argentina iba a construir su propio satélite y me contestó (estoy seguro que no exactamente en esas palabras): “probablemente nunca, siempre le compraremos en el futuro a aquellos que saben cómo construirlos” (me lo decía mientras manejaba un auto americano).
Exactamente un año y medio más tarde nosotros estábamos “construyendo y lanzando”, con un amigo de mi edad, nuestros propios cohetes. Por supuesto no hace falta decir que no eran cohetes reales, pero producían unas explosiones enormes gracias al alcohol y al oxígeno que habíamos logrado extraer del agua oxigenada que estábamos usando (en lugar del oxígeno líquido que habíamos leído se utilizaba en los cohetes reales). Cuando esa “cosa” explotó (afortunadamente nuestros vecinos se acostumbraron al ruido bastante rápido), la parte de arriba, que de alguna manera habíamos dejado medianamente suelta, voló en el aire y felizmente agrandamos la altitud a la que llegaría. Algunos de nuestros lanzamientos incluso “incluyeron”, valga la redundancia, animales vivos (hormigas) que por supuesto nunca recuperamos ni muertas ni vivas. Aparte de esas anécdotas, lo que identifica ese primer impacto del Sputnik I en mi vida, lo que yo creo es el legado más importante del 4 de octubre de 1957, es ese sentimiento de incomodidad que tuve cuando tuve la respuesta de mi padre.
Adelantándonos en el tiempo, para mediados de los ochenta yo estaba en la mitad de una carrera que me daría muchas satisfacciones, la carrera de astronomía y física solar, con investigación satelital y el uso de satélites avanzados bastante instalados en mi vida, luego -por supuesto- de analizar datos del OSO-6 y del ATM Skylab, y de haber participado en misiones o en análisis de datos de misiones, recolectados en la Máxima Misión Solar (SMM). Entonces, las autoridades argentinas decidieron que yo debería embarcarme en el proceso de diseño, construcción y lanzamiento del primer satélite del país. Era mi oportunidad de contestar mi propia pregunta, la que yo le había hecho a mi padre hacía 30 años. En 1996 finalmente se lanza, se pone en órbita un satélite argentino (hecho en casa) que apuntaba a la investigación solar y astrofísica (SAC-B).
Independientemente de estos recuerdos personales, Sputnik I –como todos sabemos- abrió el camino a nuevas fronteras en la ciencia, en la tecnología y sus aplicaciones, y dio el último gran paso en la exploración humana. A pesar de que durante algún tiempo la investigación espacial era un “club” exclusivo de pocos miembros, la última parte del último siglo nos demostró que más y más países comenzaron a tomar parte en forma activa del desafío que se acostumbra a llamar la carrera espacial…
… En un sentido geopolítico el Sputnik I comenzó una revolución importante. Similar a la importancia que tuvo, hace unos pocos siglos, el tener la capacidad de navegar y explorar los mares, el acceso al espacio se volvió un activo muy importante en un contexto global…»
Traducción al español realizada por Mirian Turkula (fuente: Ciencia en la Vidriera), del texto original en inglés firmado por el Doctor Marcos Machado.